Basílica de Armentia
Para un babazorro —del euskera, saco de habas: apodo con el que se nos conoce en Euskadi a los alaveses por nuestra devoción culinaria a esta legumbre, sobre todo con jamón y tocino — la basílica de Armentia es su sanctasanctórum. Es uno de los grandes templos del románico vasco.
Está dedicado a San Prudencio, patrón de Álava. El 28 de abril, vitorianos y alaveses peregrinamos hasta las campas de Armentia, detrás de la basílica, para degustar los típicos platos de caracoles y revuelto de perretxikos. El día antes, la retreta y la tamborrada de San Prudencio, en la que las sociedades gastronómicas tocan sus tambores vestidos de cocineros, marcan el pistoletazo de salida a los festejos.
Darse un paseo hasta la Basílica de Armentia es uno de los mayores placeres para un vitoriano. El camino que une la plaza de la Virgen Blanca y la basílica transcurre entre árboles centenarios, parques, palacios solariegos —destaca Ajuria Enea, residencia del Lehendakari vasco— villas y Mendizorrotza, el estadio de fútbol del Glorioso Alavés.